de novia de América a emperatriz del pop de masas

de novia de América a emperatriz del pop de masas

Ahora que los conciertos no son solo conciertos, sino maximalistas festivales de hipérboles, colosales exhibiciones de lo que sea, ¿qué hacemos con Taylor Swift? No, de verdad. ¿Qué vara de medir se utiliza para acercarse a una artista que revitaliza industrias a su paso, planea volver a casa con más de mil millones de dólares en el bolsillo y, milagro, en lo que se tarda en chasquear los dedos ya había vendido más de 100 millones de dólares en entradas anticipadas para el desembarco cinematográfico de su última gira, ‘The Eras Tour’? Ojo: no para un concierto, sino para, exacto, una película. De un concierto. Lo nunca visto. O casi. «La única comparación posible podría ser ‘Help’, la película de los Beatles de 1965», aseguraba en el ‘Financial Times’ el abogado especializado en música Michael Sukin.

Apoteosis de las dos dimensiones y nuevo récord a la vista gracias a un extenso documental de casi tres horas que se estrenó el viernes en más de 8.500 salas de cine de todo el mundo (en Estados Unidos la demanda «sin precedentes» hizo adelantar un día la premiere) y que, bendición de las y los ‘swifties’ mediante, viene a coronar la transformación de la estadounidense en emperatriz indiscutible del pop de consumo. En marca comercial, fenómeno cultural y portento musical, todo a la vez en todas partes. «Taylor Swift ha sido durante mucho tiempo objeto de adoración, escrutinio y debate, pero no fue hasta este verano, cuando ‘The Eras Tour’ llenó estadios de fútbol y transmisiones de TikTok por igual, que logró un dominio total sobre la cultura popular», que podía leerse a principios de mes en ‘The New Yorker’.


Swift, el pasado jueves durante el estreno en Los Ángeles de la película de su última gira


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«Las artistas femeninas tienen que reinventarse muchas más veces que los artistas masculinos, o de lo contrario te quedas sin trabajo», dejó dicho la propia Swift en ‘Miss Americana’, documental biográfico de 2020 que daba cuenta de su despertar político. Ella, sin embargo, ha hecho mucho más que reinventarse: ha urdido un plan de dominación mundial, una conquista global, que empezó a abrirse paso suavemente con el country rompecorazones de ‘Taylor Swift’, publicado cuando apenas tenía 16 años, y que ha salido definitivamente de órbita este año con la faraónica y monumental gira que hará parada en el Bernabéuel próximo 30 de junio. 44 canciones y más de tres horas de repaso a dieciocho años de carrera. «Subraya la idea de Swift como un Springsteen milenial, elevando los tiernos anhelos de la vida estadounidense a un estatus épico», resumían, siempre a la última, en la revista ‘Mojo’.

Kanye, Damon y el lado oscuro de la fuerza

Por el camino, tiempo para casi todo: Grammys al peso, colaboraciones con Kendrick Lamar y Ed Sheeran, sonadísimas disputas con Kanye West, récords como de otra época (su último disco, ‘Midnights’, vendió 1,6 millones de copias ¡físicas! en un par de semanas), cursos universitarios para analizar el impacto de sus letras, reconocimientos de la Asociación de Compositores de Nashville como artista-compositora de la década (chúpate esa, Damon Albarn) y, en fin, casi diez años, más o menos desde que publicó ‘Red’, en lo más alto. Fue entonces cuando empezó a cambiar las guitarras acústicas y el traqueteo country por los sintetizadores, la purpurina EDM y la magia de Max Martin y Shellback.

Y fue también entonces cuando el lado oscuro de la fuerza empezó a ganar peso y odiar a Swift, tan rubia y blanca y aparentemente ingenua, se convirtió en deporte nacional. Así, después de que West la humillase en público en una gala de los MTV Video Music Awards y reincidiese con el desafortunado verso de ‘Famous’ («yo hice a esa puta famosa», canta Ye), llegaron los refuerzos: el productor El-P dijo que la canción ‘Welcome To New York’ le daba ganas de cambiar de ciudad, la escritora y activista Camille Paglia calificó a Swift de «Barbie Nazi», la cantante Lorde le afeó ser un ejemplo pésimo para las jóvenes («es tan perfecta y tan inalcanzable que no creo que esté alimentando nada bueno en las chicas jóvenes», dijo)… Sus primeros discos, monolitos de amor romántico y fatalismo adolescente, tampoco ayudaron: durante años, Swift fue vista como la novia de la América blanca y conservadora. El sueño hecho carne de los votantes republicanos.


En 2012,en la gala de los MTV Video Music Awards


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También, al menos para parte de la crítica musical, como una artista a la que no merecía la pena prestar demasiada atención. En la siempre avispada ‘Pitchfork’, exBiblia hipster, tuvo que llegar elegante tsunami pop de ‘Lover’, publicado en 2019 y uno de los discos favoritos de ese año de Bret Easton Ellis, para que se animaran a una revisión crítica con reseñas en diferido de todos sus discos. ¿Veredicto? Un 9,0 para ‘Red’, un 8,1 para ‘Fearless’ y un 7,1 para ‘Lover’. Nada mal. Antes de eso, casi todo eran entradas sobre las versiones que Pavement y Father John Misty habían hecho de Swift o detalladísimos pormenores sobre los avances de Ryan Adams a la hora de regrabar por completo un disco de Swift. Eso sí: en cuanto publicó por sorpresa ‘Folklore’, álbum cocinado a medias con Aaron Dessner (The National) y con cameos de Bon Iver, su cotización en la prensa ‘cool’ anglosajona se disparó como la espuma.

Espíritu crítico

En casa, en los archivos de ‘Rockdelux’, el nombre de Swift no aparece hasta enero de 2015. «Siempre ha sido difícil tomarse a la joven de Nashville en serio, entendida como artista (…). Lo de dentro es nocivo, hay una úlcera en juego: como todo placer culpable, hay que arriesgarse a pagar el precio», leemos en la crítica de ‘1989’, portazo definitivo al candor country y renacimiento en clave supernova del pop. De ahí sale, como un cohete, ‘Shake It Off’, hit-lapa que el pasado mes de abril superó el billón de reproducciones en Spotify, plataforma de la que, por cierto, Swift retiró toda su música entre 2014 y 2017 como forma de protesta por las condiciones de pago a los artistas.


En 2014, durante la ceremonia de os American Music Awards en Los Ángeles


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No es la primera vez que la autora de ‘Cruel Summer’ le echa un pulso a la industria y gana: en 2020, después de que el mangante musical y archienemigo Scooter Braun adquiriese Big Machine Records y los derechos de sus seis primeros discos, la cantante tomó una decisión insólita: regrabar todos los álbumes con algunos añadidos y comercializarlos como ‘Taylor’s Version’. Una jugada maestra que le ha permitido volver a hacer caja y vengarse de quien, dijo, le había robado su música.

«Datos curiosos de hoy: he sabido que Scooter Braun ha comprado todos mis discos y que se ha dado a conocer al mundo. Solo puedo pensar en el acoso y la manipulación que he sufrido de sus manos durante años», dijo Swift en 2019 al enterarse de que quien fuera manager de Kanye West había adquirido todos sus ‘masters’. Desde entonces, Swift ha lanzado nuevas versiones de ‘Fearless’, ‘Red’ y ‘Speak Now’ y prepara una nueva versión de ‘1989’ con media docena de temas inéditos que verá la luz el 27 de octubre. ¿El mensaje? «Si las hice la primera vez, puedo volver a hacerlas». A partir de ahí, cualquier cosa parece posible, ya sea recaudar 1.500 millones de dólares en taquilla y otros 240 en los cines o desbordar todas las previsiones con una gira que colapsó la web de Ticketmaster (3,5 millones de fans registrados para 2,6 millones de entradas) y que podría aportar hasta 4.600 millones de dólares a la economía estadounidense.

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